Tienes que asegurarte de que realmente puedas.
Aunque una pizca de riesgo nunca está de más.
Cerciórate de que está oscuro.
Profundamente sombrío.
Allí donde pocos se animan a entrar.
Sólo los valientes, los animosos y los bravos.
Olvídate de los miserables que encienden luces en sitios iluminados.
Los niños le tienen miedo a la oscuridad.
Pero tú mira a la derecha, luego a la izquierda, y ya está… ya estás dentro.
Y aunque no huela bien, y parezca abandonado, y triste, y desolado, imposible de revertir, y envuelto en oscuridad, sí, tú enciende tu vela.
Porque sólo la luz que se enciende en lugares oscuros tiene valor.
La que ilumina a los más bajos, a los más viles, a los indignos, a los despreciables, a los desanimados, a los tristes, y a los abatidos.
Allí, fortalécete, y enciende tu luz.
Porque el milagro es transformar los sitios más oscuros en lugares habitables, y decentes, pulidos y límpidos.
Porque el milagro es iluminar al deprimido, abrazar al afligido, y animar al desesperanzado.
Aunque todos te hayan dicho: “déjalo” o “es imposible”, tú no los escuches.
Tú, hombre/mujer, enciende tu luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario