El amor de Dios es universal, alcanza a toda la humanidad.
El propósito de su amor es que el mundo, y cada ser
humano, tenga vida auténtica. Dios no es quien castiga
nuestros errores, sino el que nos salva de ellos.
No deja de ser Salvador para convertirse en juez,
al estilo de nuestra mentalidad jurídica.
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