No dejaremos que Dios muera en nuestros corazones, porque la luz de la fe alumbrará siempre nuestros pasos. En nuestra vida personal, en nuestra vida familiar, en nuestra vida social, Dios ocupará siempre el lugar que le corresponde, que es el lugar primero. Si Dios llena nuestra vida, no tenemos nada que temer. Nuestra perdición empezaría el día en que nos alejáramos de Dios, y de Dios no nos alejaremos nunca.
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