Una mañana, cuando Carlos se dirigía al trabajo, golpeó levemente el parachoques de otro automóvil con el suyo. Ambos vehículos se detuvieron, y la señora que conducía el otro coche bajó para ver los daños. Se la veía angustiada. Reconoció que la culpa había sido de ella. Además, su auto era nuevo; hacía menos de dos días que lo había comprado. Le daba terror tener que contar a su esposo lo ocurrido. Aunque Carlos se mostró comprensivo, de todos modos, tenían que intercambiar los datos relativos a las licencias y el número de matrícula de los vehículos.
La señora abrió la guantera para sacar los documentos, que estaban guardados en un sobre. Junto al primero de ellos, encontró una nota de puño y letra de su marido, que decía: «Mi cielo, en caso de accidente, recuerda que a quien quiero es a ti, no al automóvil».
que hermosas palabras :)
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