Esas ganas de llorar por la calle cuándo te decepcionan o cuándo tienes un problema, esas ganas que no la puedes detener, hasta que cae una lágrima sobre tu mejilla, la secas, respiras, y en tu mente dices: soy fuerte y esto no me afectara, no lloraré. Pero cuándo llegas a casa, finjes tener mucho sueño para ir directo a la cama solo a llorar por lo sucedido.
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