Señor,
tu nos conoces y sabes el miedo que tenemos a complicarnos la vida, romper con las falsas seguridades que nos cobijan y ese falso consumismo que nos envuelve.
Tu presencia nos invade y taladra el corazón en lo más hondo, pero la realidad de este mundo que no te entiende y no nos comprende nos hace sentirnos impotentes y tenemos dificultad para presentar el mensaje evangélico de vida.
En muchas ocasiones nos sentimos impotentes porque al querer descubrirte nos pareciera que todos los que nos rodena no quisieran que te encontrara, nos sentimos marginados, infravalorados, deslegitimados, como si nuestra existencia no tuviese sentido.
Pero el contemplar a tu Hijo en la Cruz, nos cuestionan toda nuestra existencia, ya que Él se vació, dejó a un lado los miedos y a pesar de todo te fue fiel.
Supo morir porque tú le bastabas y sobrabas, no tuvo miedo a ser marginado, cosa que nosotros si tenemos. No tuvo miedo a los cambios, supo arriesgarse; a nosotros Señor, nos cuesta arriesgar nuestra vida, dejar nuestra seguridad para anunciar el mensaje de la cruz.
En definitiva, Tú nos llamas a ser profetas y a denunciar las injusticias, pero tenemos un profundo miedo a asumir nuestro papel profético y ser solidarios con los crucificados de hoy.
Ayúdanos Padre a ser profetas como tu Hijo Jesucristo nos ha mostrado y muchos otros hombres y mujeres que han descubierto la fuerza salvadora de la cruz.
Amén.
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