La paz y la serenidad nacen en tu corazón y tu mente la registra en los pensamientos, está en ti, muy dentro de ti y de esa forma la generas, la irradias a los demás, con tus gestos, tus acciones, tus palabras. Cuando tu corazón está lleno de amor, tu mente está en paz, en equilibrio, serenidad, armonía y tranquilidad. Aprendes a no permitir que nada te perturbe, aprendes que todo se puede conversar, alimentar o eliminar si no concuerda con tu estado de equilibrio. Una persona apacible es serena, dulce en su forma de tratarte y sosegada. Las personas serenas logran pensar antes de decidir y no se sienten demasiado asustadas, preocupadas o ansiosas por el porvenir, no se producen catástrofes mentales, ni futuras. Quienes son más serenos pueden disfrutar de la vida y pensar que podrán, en algún momento, superar los problemas. Ante situaciones económicas, personales o profesionales de tensión, lo más común es sentirse nervioso, irritable o molesto, pero es la actitud menos saludable. Esto no significa esperar que las cosas pasen o mejoren solas. Se trata de actuar de acuerdo a lo que cada uno crea mejor para sí mismo y para lo que debe afrontar. Aunque no existe una fórmula para aprender aquellas respuestas serenas que le sirvan, es preciso tener en cuenta la importancia de vivir aquí, ahora y con lo que existe... y cambiar, si de usted depende. Quiero aclarar que la serenidad no es ignorancia, indiferencia, ni complacencia, ni aceptación. Es una virtud para mejorar nuestra calidad de vida. Este valor, es saludable, nos enseña a conservar la calma en medio de nuestras ocupaciones y problemas, mostrándonos cordiales y amables con los demás. Te invito a mirar la vida desde este valor, practica y te darás cuenta que cambian muchas cosas para ti y para los que amas.
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