Tus padres esperaron tu llegada 9 meses, los cuales fueron los más largos de su vida. Tu mamá, acariciaba su vientre con lágrimas en los ojos, mientras que tu papá corría por conseguir lo que a ella se le antojaba. Nueve largos meses en los que ninguno dormía, largos meses en los que con emoción buscaban encontrarte el nombre perfecto, meses en los que se imaginaban tu rostro y solo te veían a través de una borrosa ecografía. El tiempo se acortaba, hasta que llegó el día, tu cuerpo pequeño fue sostenido por tu madre quien feliz te contemplaba, tu padre, con cierto miedo tocó tu cuerpo y lo acariciaba. Toda tu familia te esperaba, tu habitación de recién nacido estaba lista, mucha ropa, todo estaba listo para ti. Habías llegado a la vida. Durante mucho tiempo tus padres se encargaron de alimentar tu frágil cuerpo, de celebrar tus primero pasos, te enseñaron a levantarte si te caías, tus cumpleaños, el primer día del colegio, la primera persona que te atrajo sentimentalmente, hasta que completamente creciste, tu cuerpo maduró, aprendiste lo que te enseñaron y a desenvolverte solo. Las cosas cambiaron, ya no eras un bebé a lo que protegían cada segundo, tenías que valerte por ti mismo. Las cosas no eran fáciles, no le parecías perfecto, ni suficiente a nadie, ni a ti mismo. Se burlaban de ti, de tu peso, de tu rostro, de tu forma de ser, de tus gustos, de tu opción sexual, de tu sonrisa, de tu forma de caminar, de tu forma de hablar, no podías con todo. Y creíste que ayer, hoy, mañana todo sería igual. Que nada cambiaría. Aparentaste ser feliz para todos, pero no lo eras. No pudiste más, no lo soportaste, olvidaste el puro y mucho amor con el que te trajeron a la vida y te rendiste, creíste que a NADIE le importabas, ni a tus padres. Te lastimaste, intentaste acabar con el maravilloso regalo de la vida, tu madre, una mañana, viene a despertarte como habitualmente lo hacía, la puerta de tu habitación está cerrada y ella comienza a golpear pero nadie atiende, la empuja y la abre. Te encuentra tirada, tus muñecas llenas de sangre, ella, desesperada, llama a tu padre. Tus hermanos, tu familia, se enteran. Emergencia llega, y mientras los forenses retiran tu cuerpo, tu madre cae en depresión junto a toda tu familia... y tú creíste que a NADIE le importabas. ¿Vez que si importas? ¿Vez que hay personas que te aman como TÚ eres? Hay quienes tienen ayuda para ti, no estás solo, ni mucho menos has perdido esta guerra, eres fuerte y podrás salir adelante, porque después de todo, hay personas que verdaderamente te aman.
No es amor de pareja, es amor de padres, el más puro y sincero amor.
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