El “segundo” nos encuentra menos prolijas y obsesivas… Se aguanta más tiempo con el pañal mojado. Come chocolate y toma mate antes del año. No sabe de rutinas ni de horarios fijos.
El “segundo” debe soportar bastante menos nuestros temores e inseguridades… No corremos a la guardia por una simple fiebre. Duerme desde que tiene un mes en su habitación. No necesita ni adaptación en el jardín.
El “segundo” aprende a la fuerza el significado del verbo compartir… Anda muchas veces con ropa heredada. Casi nunca sale solito en una foto. Aguanta estoicamente caricias violentas y besos pegajosos de su hermano.
Y lo más importante: el “segundo” corrobora lo que ya sospechábamos (a pesar del inmenso miedo)… que es posible enamorarse de otro hijo, con la misma pasión e intensidad.
gracias por la reflexión me cayo como anillo al dedo
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