GUARDAR SILENCIO
Me llaman autista aunque no lo soy. Algunos lo repiten sin siquiera saber qué significa. Yo no hablo, pero ellos han hablado mucho acerca de mi silencio. Hay quienes sostienen, con mucha sabiduría, que es una malformación de la garganta, que ha sido un susto cuando pequeña, que es la angustia del día que se marchó mi padre que aún me oprime la voz. Los más leídos dicen que es genético y los menos que soy boba, sin más.
La realidad es que me niego a hablar. Me niego a hablar de la moda, de la lluvia de ayer o del vecino que no deja la basura en el lugar adecuado.
La gente ya se ha acostumbrado a mi silencio. La mayoría no se dirige a mí, algunos lo hacen contando con que no voy a contestar. Otros se han empecinado en sacar una palabra de mi boca, ésos son los que más me molestan. Podría cambiar de pueblo, no hay nada que me ate a permanecer en éste. Pero eso sería peor, aquí ya se han acostumbrado a mí después de mucho tiempo y aunque no lo entienden, gran parte de los vecinos conviven sin importarles.
¿Por qué no se respeta el silencio de los otros? ¿Por qué hay que llenar los espacios con palabras? Palabras vacías, huecas, sin compromiso.
Hablar, hablar, decir, decir.
La gente habla hasta estando sola, no soporta el silencio.
Aquel día leí la siguiente frase: “Si lo que has de decir no es más importante que tu silencio, no lo digas”
Desde entonces he encontrado muy pocas palabras más importantes que mi silencio. Y ya estoy hablando demasiado, nada más que agregar. (Silencio)
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