Hay veces en que parece que miráramos la vida de reojo, sin prestar atención, como si estuviésemos viendo una película fuera de foco y sin embargo acomodados y hasta acostumbrados a la anormalidad. Y se pone como excusa la falta de tiempo, las responsabilidades propias y ajenas, el exceso de trabajo... Pero no olvidemos que la realidad siempre termina lastimando a quien la niega. Por eso es bueno bajar la velocidad, incluso llegar a detenernos, y poder prestar nuestra total atención. A veces sacamos conclusiones a partir de algo que oímos o que sospechamos, sin pensar que podemos ser injustos y hacer mucho daño. Es probable que la cultura en la que crecimos nos haya llevado a esto, pero también es cierto que no estamos obligados a aceptarlo. El no tener paciencia hace que no escuchemos para entender sino para esperar a decir lo nuestro. En otras culturas escuchar es un arte, una demostración no solo de educación sino también de respeto. Somos livianos para fundamentar y contundentes para condenar. Sabemos poco e ignoramos mucho, de la vida, de los demás y hasta de nosotros mismos. Si nos resulta difícil representar mentalmente a un gran número de personas, lo solucionamos quitando a las personas y quedándonos con el número. Y es ahí donde volvemos a ver la película fuera de foco, creyendo que vemos y que sabemos. Cuando podamos conectar cada número con una persona y cada persona con una vida, recién entonces veremos la película más claramente. Y a partir de allí, sin prisa y prestando atención, comprender las historias que muchas veces ignoramos.
(Jorge Cohen Mauer)
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